Presentación de la exposición «Laberintos»

Dr. Irving Zapater
Secretario Técnico del Consejo Nacional de Cultura del Ecuador

«Tristeza» (detalle). Óleo sobre lienzo. 100 x 100 cm. 2014.

 

El artista que hoy expone su obra, ha tenido la generosidad -un honor para mí- de pedirme diga unas pocas palabras en este acto inaugural. Lo hago con el temor siempre presente de no afectar la solemnidad que reviste una entrada en escena como la que hoy hace nuestro querido amigo y no deslucir un acto presidido por altas autoridades de nuestra universidad, a quienes respeto.

Señor rector, señor director del Centro Cultural, señoras, señores, estudiantes y profesores, artista a quien de veras estimamos por su aporte cultural:

Me había puesto a pensar sobre esta muestra y, más que nada, sobre el título que marca su carácter, así como en la coincidencia que esto ha significado para mí. Laberintos.

Precisamente en estas últimas semanas, me he encontrado preparando un número de la Revista Nacional de Cultura, que edita desde hace ya veinte y más años nuestro Consejo Nacional de Cultura, número dedicado a la vida y obra de Eduardo Solá Franco. Y él, repetida, obsesivamente, hablaba de un laberinto, el de su vida, en el cual, indefenso, se sentía atrapado ante el acoso del minotauro. El laberinto sin posibilidad de fuga; el minotauro, sus pasiones, sus deseos contenidos. Angustia existencial de la que no puede escapar por propia voluntad, angustia en la que se sume en vida y en obra, así como en un maravilloso legado literario y artístico sobre el cual es deber de los investigadores de la cultura profundizar.

Y he aquí que nuestro artista, en esta noche, nos invita a una muestra que se ha acogido a esta misma advocación. Nos encontramos, así, ante otro laberinto. Y, claro, la pregunta va en la línea de saber su significado.

Al menos, al repasar estos retratos, pienso que se trata de otro tipo de laberinto el que Freddy Coello ha querido mostrarnos ahora; uno del cual no solo que se puede salir sino que está iluminado por la belleza de la formas, guiado por el brillo estético de la vida, amparado por la tutela de la hermosura. No es entonces la angustia la que informa el paso y repaso de este caminar, como en el caso de Solá Franco, sino, al contrario, la morosa delectación que nos ofrece la naturaleza humana a través de imágenes que nos permiten otro tipo de paso y de repaso: la contemplación estética del cuerpo.

Esto que se muestra aquí, este conjunto de obras que se las expone públicamente por primera vez, marca, así, una ruta que nos conduce al arte humano hechura del espíritu, al vuelo ideal de la belleza, y no a un arte inmóvil, vorágine soberbia que hoy, en los terrenos del arte, despierta más dudas que certezas. Escuchaba en estos días, por ejemplo, que en la Bienal de Sao Paolo se habían planteado preguntas sobre cómo podemos abordar lo que no se reconoce como existente, o cómo podemos pensar, hablar, escribir de las cosas que no existen.

Exposiciones como la de hoy día, con la simpleza de lo natural, con los atisbos del oficio muy propio de un artista novel que ha escogido la ruta iluminada del color, que a la distancia se sabe heredero de un gran artista y que se entiende, además, llamado a responder a duros, durísimos retos, nada tan prometedor y nada tan esperanzador para nuestro arte y para quienes creemos que la pintura de caballete no puede morir pese, repito, a la torrente innovadora y en ocasiones inentendible de las nuevas corrientes.

Mis deseos de éxito van unidos a mis gracias, por haberme permitido decir estas palabras. Que esta exposición señale a usted, Freddy, el punto de partida de una carrera que, unida a las otras manifestaciones artísticas en las cuales ya ha incursionado, brinde a la cultura ecuatoriana un aporte difícil de ser borrado por el tiempo.