José Nevado de la Torre, S.J.
Director del Centro Cultural de la PUCE
«Lujuria» (detalle). Óleo sobre lienzo. 100 x 100 cm. 2014.
Un laberinto es un lugar formado artificiosamente por calles y encrucijadas, para confundir a quien se adentre en él, de modo que no pueda acertar con la salida.
Según la mitología griega, Dédalo construyó el laberinto de Creta para encerrar en él al Minotauro. El Minotauro era un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro. De tiempo en tiempo había que entregarle siete doncellas y siete donceles, destinados a ser devorados. Para librar a la nación de ese horroroso tributo, Teseo quiso meterse en el laberinto y matar al Minotauro. Ariadna le proporcionó un ovillo de hilo para que lo fuera desenrollando mientras entraba y lo fuera recogiendo después, hasta encontrar la salida. Teseo mató al Minotauro y salió del laberinto guiado por el hilo de Ariadna.
Freddy Coello nos presenta hoy en 24 cuadros, 24 sentimientos, 24 estados de ánimo, 24 laberintos: tedio, éxtasis, paz, ilusión, pudor, esperanzas, soledad, nostalgia, ocaso, desesperación… Y los representa con cuerpos y rostros de mujer. ¿Porque el alma de la mujer es laberíntica? ¿Porque es confusa, enmarañada, semejante a un laberinto? Yo diría que es más rica, más compleja que la del hombre, que es más simple.
De todas maneras ¿puede uno salir de su propio laberinto? Sí. A veces de un modo tan sencillo –¡si es que se halla!- como el hilo de Ariadna: volviendo sobre sus pasos, desandando el camino hecho.
¿Hay otro modo? También según la mitología griega, Dédalo, con su hijo Ícaro, fue condenado a perderse en el laberinto que él mismo había creado. Para escapar, fabricó para él y para su hijo unas alas con plumas de ave, pegadas con cera. Los dos salieron volando. Pero Ícaro, desoyendo la advertencia del padre, voló demasiado alto, el calor del sol derritió la cera, se soltaron las alas e Ícaro cayó al mar.
Hay, pues, otro modo de salir de nuestro personal laberinto: ¡hacia arriba! Pero no demasiado alto, con ilusiones falsas, con escapatorias aparentemente fáciles, con sucedáneos engañosos de felicidad. Sí, elevando nuestro espíritu hacia los altos ideales, hacia las hermosas realidades que están muy por encima de lo que nos atrevemos a imaginar y esperar. ¡Levantemos el corazón! ¡Hacia arriba!
Quito, 25 de septiembre de 2014